Mirta Rodríguez Pérez
Apuesto mi vida a que Tony es inocente, lo conozco y sé que es incapaz de hacer daño a nadie
UN PADRE DE ORO
Hasta los pocos momentos de cercanía están marcados por la incertidumbre. Él es fuerte, y se sobrepone, busca explicación, se aferra al sentido de la justicia y alienta a sus hijos. Meditaba sobre la vida y me preguntaba por qué se castiga así a este hijo mío, por qué me castigan. Sentía muertas mis esperanzas. Logré recuperarme y ahora me digo: «No, él va a regresar».
Mirta Rodríguez Pérez | La Habana
Mi hijo Tony nació en Estados Unidos el 16 de octubre de 1958, en el Jackson Hospital, de Miami. Habíamos emigrado porque mi esposo, Antonio, no encontraba trabajo en Cuba. En noviembre de ese año, vinimos a la Isla a pasar las navidades con la familia y ahí nos encontró la Revolución. Decidimos quedarnos. Tony tenía un mes y cuatro días de nacido cuando llegamos acá, y era gordito, precioso. Le decíamos Tonito, pero a mí se me iba la mano y lo llamaba por un montón de nombres más: Tonito, Tony, Guerre, Nene. Firma sus pinturas con el nombre de Guerre, por el chiqueo de su mamá.Mas en la Jiribilla
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